Las noticias, la tozuda y persistente realidad así como el trabajo diario con clientes, arroja una constante en el sector de fundaciones; es habitual oir la frase “deberíamos hacerlo pero no hay líderazgo”, “no es mi obligación, ni me lo han pedido que lo haga”, “alguien debería hacerlo”, “esperemos que despeje”, “tienens razón, pero es demasiado arriesgado”.

No se puede afirmar que no haya liderazgo en la sociedad civi ni en el sector de fundaciones, sin cierto liderazgo no existirían. Ahora bien, son comunes reflexiones más sesudas que atribuyen a las organizaciones y a sus directivos de un exceso de ego que impide compartir iniciativas y, por que no, riesgos.

Un directivo inglés del tercer sector decía hace unos meses en Madrid: “sean bienvenidos los egos en el tercer sector, los necesitamos, pero que actuen de manera inteligente”.

Con una cultura de crecimiento en los últimos 20 años fuertemente instalada en las fundaciones y organizaciones del tercer sector, en el que las mismas organizaciones han competido por los recursos públicos o privados, se ha impuesto una realidad individualista en las organizaciones del sector, de defensa de lo propio frente a la “otredad”(en lenguaje filósofo), de falta de colaboración real que ahora arroja a las organizaciones a un cierto abismo de soledad.

La situación actual requiere un cambio de paradigma, una cultura de compartir que ahora sólo se emplea en la queja ante los recortes de presupuestos. Parece que esta queja es lo único que compartimos con el resto de organizaciones del tercer sector, queja que nos hace parecer en los medios y ante la sociedad como meros  sindicatos de intereses (en el sentido más negativo del término),  sólo preocupados por defender unas posiciones o privilegios que ya no van a volver.

Hay una ausencia total y absoluta de propuestas, de como afrontar el futuro a medio y largo plazo, de como gestionar adecuadamente el cambio al que se enfrenta el sector. Seguimos esperando que las cosas de arreglen, que depeje, que la queja dé resutlado y, finalmente, el maná del dinero público vuelva a llegar en nuestra ayuda. “Nos lo merecemos, nos lo deben ya que hacemos una función social”.

Los políticos con lo que he tenido oportunidad de compartir estas inquietudes,  reconocen que la reestructuración va a existir, pero no tienen visión, ni capacidad de respuesta ni liderazgo.

Hace uns 3 semanas, en Madrid, en 12 entrevistas con directivos de fundaciones, sólo dominaba la actitud de lamerse las heridas y la queja de “me han cortado el presupuesto un 20%”, sólo una fundación planteó un discursos diferente: “hay que arremangarse, vamos a tirar esto adelante y vamos a salir más fuertes”. Preocupante.

Si el tercer sector no mejora su capacidad de colaboración, como va afrontar los retos siguientes.

1. Captar fondos privados y diversificar sus ingresos
2. Realizar una salida ordenada o transferir los servicios que no le son nucleares a otros organizaciones que sí lo son y que son capaces de gestionar mejor estos servicios.
3. Reducir o compartir costes, sin reducir el servicio y la atención.
4. Sobrevivir al nuevo entorno.

Hay un conjunto de plataformas estatales y autonómicas de segundo y tercer nivel, de Confederaciones, sólo pensadas como instrumentos de poder, de presión ante el sector público (que ni tan sólo hacen lobby ante la sociedad),  y de distribución de unos recursos públicos que no van a volver al menos durante unos años. ¿Son útiles en este nuevo entorno? ¿Que aportan?

¿Cuándo entederemos que la solución está dentro de nuestra organizaciones, que no podemos seguir confiando en que venga alguien y lo arregle?

Por suerte  nacen, crecen y de desarrollan nuevas iniciativas locales que seguramente van a ser los líderes del futuro en el sector. Si les dejan.